viernes, junio 25, 2021

UN CASO TAN ESPECIAL Mercado Libro Grupo Paginantes en Facebook Nº 333

 Si los que caminan son caminantes, si los que recorren los ríos y los mares son navegantes ¿Por qué quienes viajan por las páginas no habrían de ser Paginantes? 
UN CASO TAN ESPECIAL Mercado Libro  Grupo Paginantes en Facebook Nº 333





UN CASO TAN ESPECIAL
(Cuento) por Marcelo Pérez
La familia Andueza, al enterarse que Endrike se había escapado con Yolanda, dejando tras de sí una estela de polvo y humo que ni siguiera había aportado algún rastro como para ubicar su paradero, decidieron de inmediato, entre ellos y vecinos, por seis votos a favor, uno en contra y ninguna abstención, no dar aviso a la policía porque, de enterarse mucha más gente, sería para bochorno y enlodaría el buen nombre y reputación de los Andueza. Endrike había dicho, de manera muy desafiante, que desposaría a Yolanda costase lo que costare; y cuando él dijo eso, todos quienes lo escucharon rieron, no haciéndole caso a la broma pesada que había largado. Pero cuando se enteraron que la cosa iba en serio su hermano Eloi sufrió una descompensación, debiendo papá Gergori agarrar la camioneta y llevarlo presto al hospital más cercano. Luego supieron que Eloi tendría que quedarse una temporada bastante larga porque había dicho que veía moscas por todos lados, hasta inclusive detrás de la oreja de papá Gergori. A mamá Elaia esto le preocupó tanto como el asunto de su otro hijo Endrike, aunque quizás un poco más, porque ella había apostado varias fichas a que Eloi saliera hecho todo un doctor en medicina, cuando ni siquiera había empezado la facultad. Y como viera que el caso revistiera cierta gravedad, porque el director del hospital, al cabo de dos días de custodiarlo bajo la institución, lo derivara a un asilo de deficientes mentales, Elaia comenzó a mover cielo y tierra para evitar que eso sucediera. Llamó a su hermano Altzíbar, que era abogado, quien lo más raudo posible antepuso un amparo para la liberación de Eloi, pero como los directivos del hospital le demostraran con hechos fehacientes que su interno persistía en ver moscas por todos lados, no pudo hacer más nada, consolando a su hermana todas las veces que apareciera en casa a tomar el té. Elaia se sirvió una copa de oporto, en la quietud de la cocina. Esto fue el jueves a la tardecita, mientras Gergori había ido a comprar leña. La tristeza se reflejaba en los ojos de Elaia, porque, de golpe, era como si hubiese perdido, en un mismo lapso de tiempo, a sus dos hijos. En la soledad del momento de reflexión no llegó a saber cuál de los dos casos la conmocionaba más. El de Endrike podía alcanzar ribetes escandalosos, y el de Eloi era también algo similar. Bernat, padre de Yolanda, dijo, en medio de un arranque de furor, que quemaría la casa hasta los cimientos si no le devolvían a su Yolanda. Pero el asunto era que nadie sabía dónde estaban. Hacía una semana que habían huido y a esta altura ya habrían cruzado la frontera. Bernat no creyó cierto lo que Elaia le hubiese comentado acerca del paradero de su hijo, y prometió volver en otro momento para arrasar todo. A los doce días exactos de esta desagradable maldición jurada por quien, en condiciones normales, hubiera podido ser un futuro pariente, llegó carta de Endrike sin consignar remitente para que nadie supiera dónde estarían. En ella decía que se encontraban muy bien, que Yolanda estaba cada día más linda y que esperaban tener muchos hijos porque, donde ellos estaban, era lo único que se podía hacer. Elaia enjugó algunas lágrimas leyendo la misiva, que compartió con su marido. Pero Gergori se mostró un tanto molesto al ver que su hijo no le enviaba saludos. Esto era porque Endrike había tenido que soportar el malhumor de su padre cuando éste se enteró que su hijo estaba enamorado de Yolanda. Sí, posiblemente a manera de insubordinación y desacato no hubiese enviado ni un mísero recuerdo a su padre. El domingo a la mañana era día de visita en el centro de salud asistencial donde estaba alojado Eloi. Elaia y Gergori salieron para allá, vestidos de manera elegante, como si fuesen a misa. Largos pasillos conducían a la habitación de Eloi, los que recorrieron acompañados por el director del establecimiento. Gran ausencia en esta oportunidad fue la de Altzíbar, quien se excusó alegando que tenía que terminar de escribir un nuevo amparo a ver si pudieran sacar de ahí a su pobre sobrino. El director extrajo de su bolsillo la llave que introdujo en el gran cerrojo de la puerta de la habitación de Eloi. Cuando abrieron, lo encontraron en un rincón, sumido en posición fetal. Papá y mamá se acercaron, lo abrazaron, susurrándole al oído que todo se arreglaría y que lo sacarían de allí. Eloi se limitó a mirarlos a los ojos, pidiéndoles que tuvieran cuidado con las moscas. Dicho esto atrapó una que estaba retozando detrás de la oreja izquierda de Gergori. Papá se molestó por esta acción de su hijo, gritándole que no tenía ninguna mosca y que se dejara de hacer esas tonterías. El director pidió calma; Eloi era una persona muy sensible, todavía no había concluido su tratamiento, por lo que mejor sería no ponerse violento con él. Eloi quedó inmerso en su propio mundo; no preguntó por su hermano, el causante de la quebrazón de su estado mental. El tiempo transcurrió muy rápido, dado que sólo podían estar con él apenas cinco minutos. El director los invitó a salir, era la hora de la medicación y no sería conveniente que estuviesen presentes. En el camino de regreso a casa papá quedó envuelto en una niebla del pasado, recordando sus tiempos de juventud cuando él y Elaia descubrieron eso que llamaron “amor”, y la dicha de ambos al llegar Endrike a la vida. Luego Eloi, su eterna sonrisa, su buen humor. Fueron tiempos agradables de evocar; pero ahora era todo diferente. Todavía recordaba Gergori su malestar al enterarse de que Endrike hubiese puesto sus ojos en Yolanda. En casa, al bajar de la camioneta, vieron acercarse un vehículo pintado con color del ejército. Pasó lentamente, para que lo vieran en todo detalle; así pudieron comprobar que, quien conducía, era ni más ni menos que Bernat, llevando puesta una boina de la Resistencia, con el rostro cubierto de betún negro y haciendo un gesto grosero con la mano. Gergori se enojó mucho, debiendo ser contenido por Elaia, y ambos se quedaron mirando al vehículo alejarse desapareciendo en el horizonte. Elaia abrazó a su marido entrando ambos en la casa. Preparó, en la mesa de la cocina, dos vasos, sirviendo un tempranillo que tenían guardado. La comunión de beber algo juntos era como una especie de ritual que ayudaba a calmar los ánimos en momentos difíciles como el que estaban pasando. Elaia fue hasta la repisa donde había dejado la carta de Endrike, releyéndola una vez más. Acercó el papel a su nariz tratando de reconocer algún perfume de la tierra en donde estuvieren, pero lo que más pudo percibir fue el olor a la tinta. Los imaginaba felices, alejados de las opiniones del resto de la gente, siendo lo que más les importara el amor mutuo. Al día siguiente Elaia estaba barriendo la puerta de casa cuando vio acercarse el auto color verde militar de Bernat. Estacionó a escasos metros. Lo vio bajar y colocarse al hombro lo que pareció ser una mochila metálica; luego agarró un caño del cual encendió, en la punta, una pequeña llama. Se aproximó a Elaia diciendo que traía un lanzallamas de la Segunda Guerra, y que si no le devolvían a su hija quemaría todo. Elaia, recargándose en la escoba, llamó de inmediato a su marido. Este salió, intrigado por saber qué estaba sucediendo. Intercambió algunas palabras con Bernat, y cuando vio que amainaba su estado colérico, lo invitó a pasar –apagando previamente su lanzallamas- a compartir una ronda de tempranillo. Una vez que la espirituosa bebida empezó a hacer efecto, Bernat se disculpó por su accionar, pero ellos debían comprender que su hija Yolanda, que tenía apenas 14 años, no podía escaparse con un hombre de 35, y menos pensar en casarse. Gergori justificó el comportamiento de su hijo Endrike alegando que ellos no eran culpables; que nunca habían descuidado darle una ejemplar educación, y que si Endrike había elegido a Yolanda como su compañera para toda la vida, había sido una decisión de él, haciéndose absolutamente responsable de todo cuanto hiciere. Bernat culminó por entender, a pesar de quedar sus ojos al borde de las lágrimas. Tanto Elaia como Gergori comprendieron que Bernat era viudo; que había luchado toda su vida para que a Yolanda nada le faltara. La charla terminó los tres vertiendo lágrimas y abrazándose al despedirse. Quedaron en informarle a Bernat todas las novedades que tuvieran de Endrike. Al siguiente domingo por la mañana, Elaia y Gergori se preparaban para hacer una nueva visita a su hijo Eloi. Camino al sanatorio, Gergori meditó acerca de todo lo acontecido con Bernat, y en lo que posiblemente pudiera tener razón; claro estaba que los métodos que él había querido emplear no habrían sido los correctos. Al llegar los recibió el director diciendo que Eloi había pasado una noche muy mala; se había lastimado tratando de escalar las paredes de su cuarto en un intento por caminar por el techo. Al abrir la puerta de la habitación de Eloi mamá y papá lo encontraron acurrucado en un rincón. Ambos lo abrazaron, mostrando su rostro surcado por algunas magulladuras y arañazos. El director explicó que había querido rescatar un par de moscas que habían quedado presas en una telaraña que estaba en una esquina del techo, y que eso hubiese sido imposible dada la extrema limpieza que tenían todas las habitaciones. Eloi alzó su mano para sacar una mosca que había detrás de la oreja de su padre, acto que lo enfureció a tal punto de tener que ser sosegado entre su mujer y el director. Éste, una vez que todos se calmaron, explicó que esos delirios de ver moscas ya eran menos frecuentes; todo había que agradecerlo al personal de la institución y a la medicación de los profesionales, la que era suministrada con la rigurosidad puntual que exigía el caso. Además, tanto Elaia como Gergori tenían que entender el violento choque emocional que había sufrido Eloi ante el comportamiento de su hermano; esto equivalía a determinar que la suerte que había tenido Endrike en conseguir pareja, sin importar la edad biológica que ésta tuviera, había hecho pensar a Eloi que él quizás no corriera esa suerte, y el pensamiento de quedarse soltero había logrado desequilibrar su psiquis. El director, mientras hablaba, acariciaba la cabeza de Eloi; quien, viéndose protegido, le quitó una mosca que se había metido en su cabello. El director evitó hacer un gesto inherente a su paciencia perdida y dijo, a los seis minutos exactos, que la visita había terminado; la institución había permitido un minuto extra por ser el caso tan especial. De vuelta a casa, en la camioneta, esta vez la reflexión estuvo a cargo de Elaia, creyendo conveniente hablar con su hermano para saber cómo andaba el tema del amparo que estaba preparando. A otros doce días exactos luego de ese domingo llegó otra carta de Endrike. Como ya era costumbre, sin remitente, sólo consignaba su nombre en el reverso del sobre. Con lágrimas de emoción contenida y pulso tembloroso Elaia leyó en voz alta las líneas que escribiera su hijo. Gergori la escuchaba atentamente bebiendo un vaso de tempranillo. Endrike contaba –y, de acuerdo a la grafía apresurada por el entusiasmo, mamá se dio cuenta enseguida de eso- que Yolanda estaba embarazada, teniendo el agrado de anunciarles que mamá y papá se convertirían en abuelos dentro de poco tiempo. Elaia sacó otro vaso y brindó con su esposo la grata novedad. Volvió a oler el papel, buscando una pista, aunque más ínfima que fuese, que le indicara su procedencia, pero sólo recibió el perfume de la tinta. De inmediato recordó que Bernat les había solicitado que, de tener alguna novedad de los novios, se lo hicieran saber de inmediato. Bernat se puso muy contento al recibir la noticia, disculpándose por todo lo malo que hubiese pensado de ellos. Y la feliz noticia coincidió con una llamada de Altzíbar, diciendo que ya tenía listo el amparo y que, con eso, estaba seguro que sacarían a Eloi de la clínica. No pudieron ser más gratos estos acontecimientos. Quedaron en reunirse todos en la casa y partir de inmediato hacia el sanatorio. Altzíbar iba vestido con traje, usando una corbata nueva, porque decía que un abogado debía ir bien presentable para que le tuvieran respeto. Además, el oficio de amparo que llevaba estaba firmado, convalidado y autenticado por cuatro jueces amigos y dos escribanos municipales. Este escrito sería infalible, en menos de un entrechocar de dedos tendrían a Eloi afuera. Al llegar a la clínica el director se sorprendió al verlos porque, al no ser domingo, se suponía que no se recibirían visitas. Ante esta actitud, Altzíbar extrajo de su portafolio el amparo, esperando pacientemente todos a que el director culminara de leer sus 109 páginas y llamar por teléfono a los cuatro jueces y a los dos escribanos a ver si era cierto que ellos lo habían firmado. Una vez convencido, no tuvo más remedio que agarrar su manojo de llaves y que lo acompañaran a la habitación de Eloi. Caminando por los pasillos, Elaia iba abrazada a Gergori, embargada por la emoción y la felicidad que había alcanzado a su hijo Endrike, con su encinta mujercita Yolanda, y a Eloi que ya podría volver a disfrutar de la paz y el sosiego de su hogar. En pleno derecho y conciencia de sus facultades, el director introdujo la llave en el cerrojo, mientras Elaia, Gergori y Altzíbar esperaban impacientes. Al abrir la puerta de la habitación de Eloi, un alud interminable de apestosas moscas verdes se derramó sobre todos ellos.
Marcelo Pérez
9 de Junio de 2021


PP 22 3 333


* http://paginantes.blogspot.com/2021/06/un-caso-tan-especial-mercado-libro.html


GRUPO PAGINANTES EN FACEBOOK
Publicaciones
201 a 400




PAGINANTESNUEVASLETRASEDICIONESBATTAGLIA Podés retirar Nuevas Letras gratis, también números históricos agotados hace décadas EN EL KIOSCO de Av. Las Heras 2126 CABA abierto todos los días de 4 a 11 https://moovitapp.com/index/es-419/transporte_p%C3%BAblico-Las_Heras_2126-Buenos_Aires-site_133232581-1602 o en los talleres literarios de Revista Nuevas Letras, desde 1981 difundiendo nuevos escritores PAGINANTESNUEVASLETRASEDICIONESBATTAGLIA Estoy  representando  escritores  *  Te  consigo  la  posibilidad  de  publicar  en  las editoriales  más  grandes  del  país  *  Me  ocupo  de  todo  *  Te  difundo  mundialmente  en  papel  y  en  modo  virtual  con  Nuevas  Letras  y  Paginantes  *  Si  hace  falta  corregir  las  obras  yo  me  ocupo  NADIE  VA  A  TOCAR  UNA  COMA  SI  YO  ESTOY  EN  EL   PROCESO   (11 5459-4902 WhatsApp / luisbatt@interserver.com.ar)  *  Mediante  mi  taller  literario  te  ayudo  a  crecer  en  las  letras  *  Si  querés  dar  taller  literario  te  enseño  y  te  consigo  los  alumnos  *   Alguna   vez   soñaste  que  alguien  te  abriera  las  puertas  de  la  literatura?  TU  SUEÑO  SE  CUMPLIÓ.   ACÁ  ESTOY

NUEVAS LETRAS RADIO 
En el blog 
En Youtube 
NUEVAS LETRAS TEVE
En el blog 

No hay comentarios.: