¿Por que quienes se comunican por whats app no habrían de ser Paginantes?
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La calle desembocaba en un amanecer. Y estaba rociada de flores, que caían de los árboles.
Se respiraba un intenso perfume azul, mientras las mariposas agitaban su desesperación por vivir.
El sol se excitaba cada vez más luminoso, y los céspedes atrapaban las miradas, para recostarlas.
Por la calle venía caminando Hilario Dorque.
Le daba lo mismo ir por ahí que por otro lado, debido a su falta de sensibilidad. No conocía la contemplación. Nunca en su vida se detuvo junto a una flor. Y no creía en la poesía, a pesar de no haber leído nunca un solo poema.
Tenía la belleza allí, enfrente de sus ojos, por todas partes, y no era capaz de verla.
Le daba lo mismo un amanecer que una zanahoria. (Yo no tengo nada contra las zanahorias.)
Y tenía los pies bien firmes sobre la tierra, porque era incapaz de volar, imaginando, pensando.
Nunca lo había intentado. Tenía el cerebro todavía sin usar. Y eso que a veces pasaban algunos con un cartel sobre la frente que decía "HOY ESTRENO".
Dorque tampoco había notado que su sombra tenía movimientos propios.
Se deslizaba junto a él, tratando de que se diera cuenta de su existencia, pero no podía conseguirlo. Dorque se desplazaba con los ojos puestos en nada.
La sombra agitaba sus manos, y brincaba, sacudiendo todo su cuerpo. Pero la comunicación era totalmente imposible.
Por momentos le imitaba todos los movimientos, para marcarle la diferencia, pero era inútil, Dorque seguía caminando indiferente.
Es necesario aclarar que la sombra se movía individualmente, pero en el lugar en que Dorque la proyectaba.
Había pasado una hora y no había señales de acercamiento. Repentinamente Dorque se detuvo. La sombra tomó un puñado de tierra y se lo tiró en la nuca. Dorque se dio vuelta y no vio nada. Siguió caminando lentamente.
Enseguida le calló una lluvia de pastos y se volvió a detener. La sombra comenzó a aplaudir con todas sus fuerzas, mientras brincaba enérgicamente. Y por fin Hilario Dorque la vio.
No podía entender que estuviera saltando, mientras él permanecía inmóvil.
Se quedó mirándola unos instantes, sin exteriorizar algún tipo de sentimiento, con el rostro inerte, paralizado desde siempre por su vacuidad.
Retomó su triste paso, como si no hubiese visto nada.
La sombra lo aplaudía, sin poder él comprender.
Dorque no era capaz de disfrutarla, no podía imaginar una relación con élla.
No se le ocurrió acariciarla, por ejemplo; o tomarla de las manos y alzarla, para bailar melodías misteriosas.
O averiguar si podía hablar, u oír; para poder entenderse.
O jugar con los movimientos.
O compartir una contemplación.
O preguntarle cuál era su relación con el sol, o todo lo que usted haría con ella. Pero Dorque era incapaz. No podía convivir con la fantasía. La rechazaba de plano.
Que nadie le fuera a modificar los esquemas, alterándole su hueca tranquilidad.
La sombra intentaba un acercamiento. Le rozaba el tobillo con su delicado pie, una y otra vez, sin lograr atraerlo.
Dorque, por el contrario, se iba hartando de ella, estúpidamente molesto.
De súbito, la sombra trastabilló, en uno de sus intentos, acusando una molestia en su pie.
Dorque se dio cuenta de eso y fue él quien la hizo trastabillar esta vez, para cerciorarse de lo que había notado. Y tomó una decisión. Salió corriendo frenéticamente. La sombra reprodujo todos los movimientos.
Muy pronto llegaron a una estación del ferrocarril.
Dorque se paró en el andén, con la sombra proyectada sobre las vías. Y esperó el paso del tren.
Poco después, la trocha quedó cubierta de una sustancia espesa, derramándose en ríos de silencio, mientras saltaban inertes los últimos borbotones de misterio.
En ese momento, Dorque se volvió absolutamente transparente.
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