¿Por que quienes se comunican por whats app no habrían de ser Paginantes?
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Conocí a Marcelo Pérez en 1973, al ingresar en el primer año del Colegio Nacional Manuel Belgrano, mi querido colegio. Éramos tan chicos (acá no vale la palabra "jóvenes"), éramos niños; tan chicos que hoy me asusta un poco, porque la nada me mira de reojo. Siendo elementos no acordes con el sistema cultural, tendimos a acercarnos, los dos amamos la literatura, la música y la pintura. Marcelo, ya desde entonces, era un emprendedor cultural, escribía, dibujaba, hacía caricaturas y programaba estudiar algún instrumento. Sin embargo, no era el hecho de hacer muchas cosas culturales lo que lo volvía notable; ya que mucha gente hace muchas cosas. Pero en el caso de Marcelo todo lo hacía bien, muy bien. Sus letras hacían salir el sol, sus dibujos daban ganas de dibujar, y sus caricaturas impulsaban a seguirlas hasta el final.
Así pasamos el secundario, escribiendo cuentos en el aire con las palabras y en "el solsticio" en los recreos. El solsticio le llamábamos a un lugar en los patios en donde daba el sol. Y como prolongación de la clase, seguíamos delirando en el solsticio. El solsticio, con el tiempo, ganó adeptos, si bien ni nosotros ni los adeptos ni el solsticio llegamos a ser en el colegio una opción popular. Lo único popular de todos nosotros era mi fútbol que hubiera podido llamarse maradoneano si Diego ya hubiera para entonces sido popular.
Punto aparte, un cultural como yo, aniquilaba prejuicios cuando tomaba un balón y los populares se preguntaban ¿en silencio "este traga (nerd según denominaciones actuales) ¡cómo puede jugar así!?" Era algo que contribuía en convertir a los seguidores del solsticio en los más raros del colegio, tal vez de todos los colegios. Y dentro de esas rarezas habíanse engendrado varios genios, uno de ellos fue y es Marcelo Pérez. Marcelo y yo, dos de las raras avis del solsticio, más tarde brillaríamos juntos, con la impresionante Nuevas Letras, que sobresalió dentro del panorama cultural del país en 1981, todavía bajo dictadura donde el silencio era salud y el pensamiento virus y subversión. En su tiempo de Marcelo Pérez en Nuevas Letras, de 1981 a 1983, hicimos entre los dos algo grande, un hito de las letras argentinas y mundiales. La primera revista anti amiguismo, pro calidad. Bueno es decir: luego hubo otras; pero nosotros dimos el arranque. En ese neblinoso clima creativo de ciertos genios ciertos, Marcelo y yo cambiamos las letras. Sigamos a Marcelo, en 1983 abandona las letras, abandona Nuevas Letras y abandona el escribir, me pide que mantenga la revista lo más que pueda y ¡vaya si cumplí...! aún existe. Pero se va Marcelo porque los vientos de la música lo llevaban, creó conjuntos de música clásica y antigua, su paso lo llevó a presentarse en todo el mundo... un día picó en Marcelo nuevamente el virus de la escritura.
Hoy Marcelo hace varias cosas: escribe, compone las más hermosas músicas imaginables, dibuja; y ha coordinado todos sus amores en una actividad, un nuevo invento. Ya en la década del 80 Marcelo inventó los encuentros literarios (para Nuevas Letras) como hoy los conocemos. Este mismo genio que un día me incentivó a ir a un taller literario por primera vez, y fue de allí que surge Nuevas Letras. Pero hoy Marcelo hace algo más: como les decía juntó todo sus amores en un nuevo invento que es los video cuentos. Donde usa su capacidad innegable para escribir, la brillantez de su música y sus hermosos dibujos en un arte múltiple. También, mi amigo, y bueno es destacarlo, con la generosidad que lo caracteriza; permite que yo, peleado con la tecnología o ella conmigo, pueda tener un canal de Youtube donde aportó también muchas de sus creaciones, y lo llamamos, ¿cómo sino? Nuevas Letras Radio.
Desde estos ciertos genios ciertos, Marcelo es uno de nosotros y uno con las letras.
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