Pidiéndome un marrón,
pobre chiquillo,
para su corazón
y su bolsillo;
sus ojos de cartón
me entraron hondo,
mostraban en su fondo
tanta tristeza...
Yo le di varias veces
lo que pedía,
y buscaba en sus ojos
una alegría.
El gesto estaba fijo,
sin variantes;
con la mirada triste
como antes.
Me dije que estos niños
sufrieron tanto
que tienen en sus ojos
eterno llanto.
Hambre de una caricia
que nunca llega,
ganas de andar las calles
y de trampear placeres;
todo les fue prohibido,
todo lejano,
todo tiene ese gusto amargo.
Pasan así la infancia,
pasan los años;
luego la adolescencia
los ve cambiados.
Ya no miran al cosas
detrás de un vidrio;
todo les es prohibido,
todo lo fuerzan.
Y se vuelven violentos
y mentirosos;
simulan un abrazo,
dan un zarpazo.
Quien de verdad los ama
es defraudado;
y ellos jamás se enteran
que los amaron.
Tantos fueron los golpes
que recibieron,
que en golpes ellos mismos
se convirtieron.
Salvemos a ese niño,
que a tiempo estamos;
no se gasta el cariño
cuando lo usamos.
Amemos a esos niños,
antes que sean
golpes que ya no sienten
y que golpean.
LUIS ALBERTO BATTAGL IA
JULIO DE 1983
Comentario: escribí este poema un día que iba a la Universidad de Morón
donde estudiaba Letras. Un pequeño niño me pidió un marrón, que ya no recuerdo
que peso ley o austral o peso argentino era, y yo le di varios. Miré sus ojos,
inalterables... y se me llenó de pena el alma.pobre chiquillo,
para su corazón
y su bolsillo;
sus ojos de cartón
me entraron hondo,
mostraban en su fondo
tanta tristeza...
Yo le di varias veces
lo que pedía,
y buscaba en sus ojos
una alegría.
El gesto estaba fijo,
sin variantes;
con la mirada triste
como antes.
Me dije que estos niños
sufrieron tanto
que tienen en sus ojos
eterno llanto.
Hambre de una caricia
que nunca llega,
ganas de andar las calles
y de trampear placeres;
todo les fue prohibido,
todo lejano,
todo tiene ese gusto amargo.
Pasan así la infancia,
pasan los años;
luego la adolescencia
los ve cambiados.
Ya no miran al cosas
detrás de un vidrio;
todo les es prohibido,
todo lo fuerzan.
Y se vuelven violentos
y mentirosos;
simulan un abrazo,
dan un zarpazo.
Quien de verdad los ama
es defraudado;
y ellos jamás se enteran
que los amaron.
Tantos fueron los golpes
que recibieron,
que en golpes ellos mismos
se convirtieron.
Salvemos a ese niño,
que a tiempo estamos;
no se gasta el cariño
cuando lo usamos.
Amemos a esos niños,
antes que sean
golpes que ya no sienten
y que golpean.
LUIS ALBERTO BAT
JULIO DE 1983
Nuevas Letras nº 14 septiembre 1984 y Gráfica Barrial nº 165 diciembre 2017 en la sección "Nuevas Letras en GraBa"
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