viernes, febrero 18, 2022

EL CONCEPTO DEL SUFRIR Marcelo Pérez (Mercado Libro) 16 de Febrero de 2022 Grupo Paginantes en Facebook Nº 376

 Si los que caminan son caminantes, si los que recorren los ríos y los mares son navegantes ¿Por qué quienes viajan por las páginas no habrían de ser Paginantes?
EL CONCEPTO DEL SUFRIR Marcelo Pérez (Mercado Libro) 16 de Febrero de 2022 Grupo Paginantes en Facebook Nº 376



José Antonio no pudo evitar, al verlos ahí, recibir un sacudón, como si le hubiesen dado con un palo en la cabeza; o un palmoteo en la espalda, o un mamporro en la nuca. Pero fue algo que, además, lo sintió en su pecho, un dolor punzante, algo así como un pre infarto; como el que había tenido una noche su tío Omar, y que se lo llevara a la tumba en cuestión de segundos. Ese síntoma fue comparable a meter los dedos en el tomacorriente de la pared, en búsqueda del intento de ser electrocutado o jugar al super héroe. Sí, fue como un cosquilleo que, de prisa, bajó a su estómago para acrecentar la úlcera que tenía, y que su médico personal le había recomendado que se cuidara y evitara el café y otras cosas que a él le gustaban pero que debía empezar a dejar. Sí, todo esto, al unísono, le invadió al ver, apilados junto al contenedor de basura de la calle, los trece tomos de “El concepto del sufrir”, de K. W. Charlton de Toulouse, que tan desinteresadamente había obsequiado a su vecino Oliver, en una acción única y pocas veces vista de desprenderse de algo cuidado durante mucho tiempo. José Antonio tenía entendido los trece tomos de Charlton como el paradigma del buen comportamiento en sociedad, y las causas por las cuales la gente variaba su manera de pensar y actuar. Charlton creía que, mediante el sufrir, cualquier persona podía modificar las acciones cotidianas ya fuese para bien propio o ajeno, inmerso en una sociedad cada vez más violenta e irracional. Las claves para salir adelante en la vida, vadeando todos los obstáculos que se presentaren, estaban detallados a lo largo de los 13 tomos, resultando ser, el conjunto, una obra capital de filosofía, moral y humanismo. La colección había sido de su abuelo Fortunato, quien la adquiriera, en un viaje a París, a un viejo librero que compraba libros por metro, sin importarle calidad o contenido. Sus mejores clientes eran hombres de negocios a quienes no les interesaba leer, sino poblar las bibliotecas de sus casas para envidia de sus invitados. Y ninguna de sus amistades hubiese tenido el coraje de preguntarle a Fortunato si él compraba los libros por metro, porque sabían que era un lector apasionado. Cuando adquirió la obra de Charlton comenzó a leerla con avidez, y hasta armó reuniones en su casa donde comentaba y leía fragmentos para deleite y comprensión de sus convidados. Al morir Fortunato toda su biblioteca había pasado a manos de su hijo Ricardo, el padre de José Antonio, quien nunca sintió interés por los polvorientos volúmenes que se alineaban en los estantes. Tal fue así que cedió una parte importante a su hermano Omar, quien poco después sufriera el infarto, y un resto, el que justamente comprendía los 13 volúmenes de “El concepto del sufrir”, que pidió José Antonio a su padre quedarse con ellos. Hasta que se enterara que su vecino Oliver, de apenas 20 años, había ingresado a la facultad de letras, y José Antonio sintiera que podría contribuir al incremento no sólo de su intelecto, sino también de su cultura general, obsequiándole los 13 tomos en un acto único de desprendimiento emocional. Oliver los recibió visiblemente conmovido y José Antonio le comentó por las manos que habían pasado y cómo los había apreciado su abuelo. Oliver prometió leerlos, compartiendo con sus compañeros el buen gesto que había tenido José Antonio en cedérselos. Pero esa mañana fría y gris, en que José Antonio viera los libros apilados con cierta prolijidad al lado del contenedor de basura fue, para él, como si le hubiesen cercenado los brazos y las piernas con un hacha medieval. Imaginó a los encargados de la recolección de la basura llevándoselos, mofándose de lo que Charlton había escrito con tanta pasión, sabiduría y esmero, y hasta prepararían el fuego con sus páginas, para hacer un asado. Ya las lágrimas corrían por su rostro. No podía existir mayor tortura que entrever eso. Armándose de valentía cargó los 13 tomos entre sus brazos y fue a tocarle el timbre a Oliver. Mientras caminaba con los libros recordaba a su abuelo Fortunato, y si estuviese vivo y viera la suerte que hubieran corrido los libros con seguridad se moriría de nuevo. Claro que algunos de sus amigos se reirían y hasta festejarían que un jovenzuelo se hubiese deshecho de ellos. José Antonio apoyó los libros en el escalón de la puerta de la casa de Oliver y tocó el timbre. Por fortuna para él, atendió el mismo Oliver. José Antonio adivinó la sorpresa reflejada en sus ojos al ver los 13 tomos apilados y en su puerta. José Antonio exigió saber por qué estaban al lado del contenedor de la basura, habiendo sido regalados a él en una ínclita acción de humanidad y desinteresada ofrenda. Oliver explicó que él nada sabía al respecto; que, seguramente, se trataba de un error; que jamás se desharía de esa monumental obra literaria. Tomando los libros entre sus brazos dijo que preguntaría a la señora que iba a limpiar la casa si por casualidad ella los había botado. José Antonio deseó convencerse por esto último, porque a veces el personal de limpieza se deshacía de objetos sin consultar a los dueños. Una vez había pasado un caso similar. Ornela, una joven que había contratado su abuelo Fortunato, un día intentó tirar a la basura una gran cabeza disecada de alce, pero el abuelo tuvo la suerte de sorprenderla “in fraganti” en el exacto momento en que la chica, subida a una escalera, trataba de quitarla de su anclaje a la pared. Luego vinieron las excusas explicando al abuelo que sólo deseaba descolgarla para limpiarla, pero era muy difícil engañar a Fortunato. En otra oportunidad, paseando por El Cairo, un mercader quiso venderle una estatuilla de Ramsés II en varios cientos de miles de libras egipcias, alegando que era original, pero Fortunato se dio cuenta del engaño dado que se trataba de una simple copia. Para demostrarle esto, tomó la estatuilla y le partió la cabeza contra el borde de un cajón, saliendo, de su interior, arena seca. José Antonio se despidió de Oliver suponiendo que todo se trataba de un malentendido; que una persona como el joven Oliver sabía el valor que la obra de Charlton tenía; y si no lo entendiera él, quizás sus profesores de la universidad lo hicieran. Charlton había pasado a la historia sólo por “El concepto del sufrir”, su única obra concluida e impresa donde se podía leer, entre líneas, a través de sus 13 tomos, sus padecimientos durante su infancia, en el seno de una familia neuróticamente religiosa. Según Joseph Cornualles, su pareja y biógrafo personal, una vez cuando Charlton tenía 7 años su madre lo obligó a bañarse con ella, quedando él traumado ante la desnudez de quien fuera su progenitora. Y su madre reía mientras, con el dedo gordo de su pie, jugaba con los testículos de su hijo. Esa noche José Antonio durmió en paz, acompañado por la sensación de haber hecho bien, rescatando de ser desechada una obra maestra del pensamiento filosófico universal. Además imaginaba a Oliver escribiendo su tesis acerca de la producción de Charlton, ganándose la admiración de compañeros y catedráticos. Pero esta alegría y paz espiritual de José Antonio duró poco; para ser exactos, hasta las once de la mañana, cuando decidió salir de su casa para ir a la panadería. Como a 50 metros delante de él, iba un hombre que llevaba una carretilla cargada con libros. El tipo vestía muy palurdamente, como quien no estuviera interesado en lo que el resto de la gente pudiera opinar acerca de él. José Antonio apuró el paso para alcanzarlo pensando que, tal vez, fuera alguien que se dedicara a la compra-venta de libros, y quizás pudiera conseguir algo que le interesara, a precio relativamente accesible. El hombre despedía un olor bastante desagradable, como quien no se hubiera higienizado haría días. La sorpresa que recibió José Antonio fue mayúscula al enterarse que el desconocido llevaba en la carretilla los 13 tomos de Charlton. De inmediato lo detuvo, con la convicción de una persona que cree evitar una catástrofe de dimensiones desconocidas. El tipo quedó mirándolo como si José Antonio fuera quien hubiera cometido el atropello de llevarse los libros. El desconocido no entendió a qué se refería José Antonio con eso que los libros eran de él y que se los había obsequiado a Oliver. Se defendió tratando de explicar que ese tal Oliver se los había regalado cuando pasó con la carretilla vacía por su puerta. Y los aceptó porque los podría vender en el mercado negro, ganando unos pesos para comer. José Antonio metió la mano en el bolsillo sacando un par de billetes que el tipo aceptó gustoso, cediéndole también la carretilla. Con lo que recibió podría comer por varios días. Pero poco importaba. La misión era devolvérselos a Oliver y ver qué explicaciones daría ahora. Al llamar a la puerta salió Oliver, asombrándose de ver los libros y la carretilla. José Antonio le pidió que confesara qué había pasado porque nuevamente trataba de desembarazarse de ellos. Oliver defendió su posición diciendo que había habido un error, él no había cometido semejante atrocidad. Volvió a inculpar a la mujer de la limpieza –quien, daba la casualidad, ya se había retirado, por lo que no sería posible llamarla a la puerta para que diera su versión. Oliver pidió disculpas, entrando en su casa la carretilla con los libros. Aseguró que no volvería a ocurrir, que vigilaría los libros como si fueran de oro. José Antonio deseó irse de ahí con el convencimiento que todo lo que había dicho Oliver fuera cierto. Y pensar en estas cosas, en realidad, no le estaba haciendo bien. Su úlcera volvió a hacerle recordar que allí estaba y que picaba como una piraña. Llegó a su casa teniendo palpitaciones; su corazón parecía ansiar un respiro, terminar de preocuparse por la obra de Charlton. Deseaba confiar en Oliver; sin embargo, había algo en sus intenciones que parecía no estar suficientemente claro. Al día siguiente, una mañana espléndida de sol, José Antonio decidió salir a caminar, pero estaba en el destino que no sería una jornada exenta de sinsabores. Frente a la casa de Oliver había estacionado un camión del Ejército de Salvación, un empleado estaba cargando un par de lámparas viejas más una serie de libros que reconoció enseguida. Corriendo, José Antonio detuvo al empleado para descubrir que Oliver se estaba deshaciendo de los 13 tomos de “El concepto del sufrir”. Sin perder más tiempo y sin titubear le preguntó cuánto quería por los libros. El tipo pareció no entender lo que José Antonio le preguntaba. En un rapto de agresividad controlada, José Antonio comenzó a apoderarse de los libros hasta que bajó del camión el chofer para ver qué era lo que sucedía. Tironeando de los libros, José Antonio exigió comprarlos. La pelea se calmó cuando apareció Oliver comentando que había un error, que no se llevaran los libros. Los empleados del Ejército de Salvación decidieron no presentar cargos por el incidente recibiendo, de José Antonio, unos billetes en compensación. Los hombres cargaron las lámparas y se fueron. Los 13 tomos quedaron apilados en la vereda; José Antonio, con la respiración entrecortada, claramente de muy mal humor, le dijo a Oliver que le retiraba los libros, y que el error lo había cometido él al habérselos regalado. Los cargó entre sus brazos y se fue a su casa. Buscando paz, tranquilidad, sosiego, se sentó en el sofá, cerrando sus ojos e imaginando que se encontraba saltando como un inocente cabrito por una pradera; y esta imagen idílica duró hasta que recordó los 13 tomos de Charlton, que estaban apilados al lado del sillón. Ese recuerdo lo hizo motivar para abrir el primer tomo. Desde que habían caído en sus manos, nunca sintió interés en leerlos hasta este momento. A medida que transcurrían las páginas llegó a la conclusión que “El concepto del sufrir”, de K. W. Charlton de Toulouse, no era más que una recopilación de sus vivencias amorosas con su madre, desde la temprana infancia hasta los 30 años en que encontrara en Joseph de Cornualles el amor de su vida y se fueran a vivir juntos. José Antonio dejó de leer, ya era suficiente. Tomó el celular para llamar a un par de amigos. El sábado a la noche disfrutarían de un asado.



PP 25 376


* http://paginantes.blogspot.com/2022/02/el-concepto-del-sufrir-marcelo-perez.html


GRUPO PAGINANTES EN FACEBOOK
Publicaciones 201 a 400




PAGINANTESNUEVASLETRASEDICIONESBATTAGLIA Podés retirar Nuevas Letras gratis, también números históricos agotados hace décadas EN EL KIOSCO de Av. Las Heras 2126 CABA abierto todos los días de 4 a 11 https://moovitapp.com/index/es-419/transporte_p%C3%BAblico-Las_Heras_2126-Buenos_Aires-site_133232581-1602 o en los talleres literarios de Revista Nuevas Letras, desde 1981 difundiendo nuevos escritores PAGINANTESNUEVASLETRASEDICIONESBATTAGLIA Estoy  representando  escritores  *  Te  consigo  la  posibilidad  de  publicar  en  las editoriales  más  grandes  del  país  *  Me  ocupo  de  todo  *  Te  difundo  mundialmente  en  papel  y  en  modo  virtual  con  Nuevas  Letras  y  Paginantes  *  Si  hace  falta  corregir  las  obras  yo  me  ocupo  NADIE  VA  A  TOCAR  UNA  COMA  SI  YO  ESTOY  EN  EL   PROCESO   (11 5459-4902 WhatsApp / luisbatt@interserver.com.ar)  *  Mediante  mi  taller  literario  te  ayudo  a  crecer  en  las  letras  *  Si  querés  dar  taller  literario  te  enseño  y  te  consigo  los  alumnos  *   Alguna   vez   soñaste  que  alguien  te  abriera  las  puertas  de  la  literatura?  TU  SUEÑO  SE  CUMPLIÓ.   ACÁ  ESTOY

NUEVAS LETRAS RADIO 
En el blog 
En Youtube 
NUEVAS LETRAS TEVE
En el blog 

No hay comentarios.: