NLG 201803

NUEVAS LETRAS EN GRÁFICA BARRIAL

Esta sección recopila lo publicado por Revista Literaria Nuevas Letras de Luis Alberto Battaglia desde 1981

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CUENTO DE LUIS ALBERTO BATTAGLIA

CUENTOS DEL ESPEJO (publicación en papel en GraBa 03/2018)

  Es de noche, acaba de terminar la programación televisiva, hay silencio. Fue preciso caminar hasta la habitación, encender la luz; para después quedarse, sin sueño, recostado recordando. Unas horas antes estaba recostado en una reposera frente al aparato, que emitía sus luces y sus sonidos. Quedaba dormido, de a ratos, y al despertar fijaba los ojos en la imagen y los oídos en el sonido; poco, y aún nada ya, comprendía del desarrollo de la película en incluso no sabía si seguía la misma o había comenzado otra.

  Vienen al recuerdo imágenes lejanas, de un tiempo. Fue una tarde de noviembre, conocerla y olvidar las cosas. Después hubo muchas caminatas. La frustración, el vacío. Adormecerse, despertar sin sueños. Envuelto en una algo indefinible, ignoraba el retornar de las alegrías y los amores. La televisión cobraba nuevas víctimas. Inútiles advertencias de ocasionales conocidos, o tal vez el principio de la gran indiferencia. Hubo lágrima que era mejor no revelar. Y la bronca

  Hoy el miedo de un mal paso ¿Y por qué la noche parece un presagio? Tal vez demasiada infancia. Fueron también otros ojos distintos, comprender las imágenes de ternura y desprotección. Y viene a la memoria un suceso contado por uno de lso conocidos ocasionales, de aquellos tiempos de confusión y tristeza. Era una noche y él contó su historia.

  Quiso que lo escuchara sin interrumpirlo, y así fue. Era como si un mecanismo de engranajes lo destrozara, de ocurrir la detención de las palabras. Si puesto en marcha el mecanismo ya no pudiera detenerse. Era algo que el había ocurrido a la hermana de un amigo suyo, lo escuchaba con atención (como solicitó).

  Ella estaba mirándose al espejo, con una tristeza de años en los ojos. La asustó su imagen, inexpresiva. Porque todo es siempre igual y ella más vieja cada día. Ya ojeras, arrugas, todo le dolor volcado sobre el mundo; como una calesita de mil naufragios, su corazón. El espejo se iba empañando, porque eran sus ojos que se iban empañando; a través de las lágrimas, su rostro aparecía carcomido y mortal. Estaba sola, ya le faltaban alas para alcanzar el horizonte.

  Salió, caminó por una calle llena de gente; quería habla con alguien. “Buen día”, dijo, pero nadie le contestó. Preguntó por la calle Cangallo, por el placer de oír alguna voz. Un chico de barba, que traía un portafolios marrón, le contestó con apuro. Ella conocía esa calle perfectamente, conocía el centro como las palmas de sus manos. Para qué seguir, si estaba tan triste…

  En el espejo siempre su rostro. La imagen había comenzado a realiza sus propios movimientos. Correr por la casa, olvidar que no existe otra persona; a quién contar esta reciente independencia de lo virtual. Simpatizaba con los impulsos nuevos. Y fueron muchos siglos que los espejos eran esclavos de la realidad. Ya ahora la gran revolución había comenzado. Entusiasmo de escribir su historia: “Tengo los ojos llenos de lágrimas, fotografías de mis tristezas. Porque noviembre duele, porque la indiferencia del mundo me lastima. Y sin embargo, en esa noche de tinieblas, he visto algo maravilloso…”

  Encontraron, al comenzar el día, dos cadáveres en el suelo.

  La evidente pregunta no se hizo esperar: “¿cómo lo supo?”

  Y él se quedó mirando, perplejo, sin responder.

  Despertaba de sus recuerdos como de un sueño. En la otra habitación, en el espejo, dos imágenes se eternizaban en un beso de cristal.

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