Hace 47 años que trascendió un espíritu maravilloso. Una mujer que hizo
con su propio cuerpo, el cuerpo del poema.
Alejandra Pizarnik (1936-1972), es de esas poetas que entendió el
significado de la palabra desde la juventud, y tuvo la valentía de hacer de
ella su casa. Poetisa, hermosamente maldita, si es cierto, lo fue, lo es; pero
de igual manera humana como pocos.
Hoy que se cumplen 47 años de tú partida, Alejandrisima, yo digo que no
has muerto (parafraseo a un querido poeta y amigo mexicano), continuas entre
nosotros colmándonos de inspiración y admiración, por haber logrado en tan poco
tiempo de vida una obra extensa, entre poemas, prosa, correspondencia y diarios.
Agradezco infinitamente tú llegada a mi vida (09/04/2017), porqué aunque
tú poesía es oscura para muchos, para mi es la más llena de luz blanca, hermosa
y sabía que he tenido el privilegio de leer.
Gracias, una vez más. Sé que estarás siempre en mi vida siendo mi
insólita e inaudita voz, que no es insólita, ni tampoco es inaudita. Ambas nos
haremos compañía, tal vez eternamente, con un buen café y unos cuantos
cigarrillos largos.
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