Amigos. Una característica del ser humano es la
de acostumbrarse, a lo bueno y a lo malo. Afirmaba Macedonio Fernández, en su
teoría del dolor, que en todas las épocas y países el nivel de felicidad es
similar. Porque, según entiendo, al que está acostumbrado a
ser feliz se le gasta la felicidad y al que está acostumbrado a ser un triste,
se le disminuye la tristeza. Y, en algún momento, cuando cambian las condiciones,
el triste, estando feliz, alcanza un altísimo grado de felicidad, y el feliz,
estando triste, llega a un nivel de tristeza insoportable. Sí, la fuerza de la
costumbre. Así, y esto lo digo yo, nos acostumbramos al amor, a los inventos
científicos, a la solidaridad.... Una vez, hace muchos años, le escuché decir a
un periodista deportivo que un arquero que ataja un penal solamente cumple con
su trabajo. Tal vez Maradona cuando hizo ese mágico gol irrepetible a la
selección inglesa en 1986, cumplió con su trabajo. Tal vez la madre Teresa sólo
hizo lo que debía hacer, tal vez Freud al descubrir o inventar (aun no queda
claro) el psicoanálisis sólo hizo lo necesario, o Sócrates, creador de la filosofía
como hoy la conocemos, simplemente se ganaba la vida, o Fleming cuando descubrió
la penicilina o la enzima antimicrobiana lisozima, o Einstein al descubrir y
describir la teoría de la relatividad, hicieron solamente desarrollos naturales,
tal vez el general San Martín sólo cumplió con su deber como argentino o Luther
king cumplió con su deber como persona.
Encendé la luz, decimos, sin pensar en el
milagro de que un interruptor nos la traiga. Abrimos nuestro teléfono celular
sin reparar en la maravilla de que se pueda hablar a distancia. Amigos, perdemos
el asombro. Lo tuvimos de niños. Un niño mira el mundo y se asombra, pregunta cómo
funciona el calefón, juega a ser inventor o astronauta. Todavía entiende el
milagro de la vida. Los adultos ya aprendieron a acostumbrarse.
Hoy pido, por favor, no acostumbrarnos a la amistad, la democracia, las buenas
personas, los creadores, los luchadores por el bien, los médicos y enfermeras, que emprenden
el heroísmo cotidiano, los maestros, quienes, a pesar de todo, siguen
enseñando. Porque si nos acostumbramos a las cosas dejamos de verlas, y podemos
perderlas, y sólo al perderlas, recordaremos que existían. Aprendamos a no acostumbrarnos a lo
maravilloso, para poder seguir viéndolo. De ese aprendizaje surge la gratitud,
la libertad, la poesía.
Hace años cuento a mis alumnos del taller literario
una historia de la que nunca supe su autor. En un planeta lejano donde
todos eran ciegos, nació un niño con ojos y que podía ver. Le contaba a su sus
padres, de colores, de luces. Los padres se preocuparon,
buscaron especialistas y finalmente los especialistas consiguieron el remedio:
le cocieron los párpados.
Un abrazo desde el
alma
Luis Alberto Battaglia
22/3/2021
* http://paginantes.blogspot.com/2021/03/costumbre-luis-alberto-battaglia-2232021.html
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