jueves, abril 23, 2020

PÁFATE Daniel Campodónico Grupo Paginantes en Facebook Nº 106

Páfate
  El tipo estaba convencido ─y cómo no estarlo─ de que podía saltar ese muro, es más, ¡había que hacerlo! Retrocedió 5 pasos, embaló y… ¡Páfate!, de lleno contra el ladrillo.
  Se sentó a pensar, miró el muro de nuevo (no es tan alto) pensó, y olfateó la rica comida que su imaginación supuso del otro lado (será cuestión de tomar más carrera) y así lo hizo, veinte metros esta vez, embaló al máximo y cuando estaba a punto de saltar, no tropieza y… ¡Páfate!, de lleno contra el ladrillo. (Fue esa puta piedra, me vengo a tropezar justo antes de saltar… con esa puta piedra) y la apartó con furia, la arrojó lejos y por si acaso, arrojó lejos a todas las piedras que había en el camino (ahora sí).
  Tomó sus veinte metros, embaló con el camino despejado y… páfate. (Pero me cago en la puta madre) entre la calentura y los golpes, ya no sentía ningún olor a la comida del otro lado (Por mi vida que voy a saltar este muro de mierda). Veinte metros, revisó que no hubiera piedras, calculó el viento, midió la posibilidad del calambre y hasta la ceguera del reflejo del sol, embalo y… hace falta que les cuente qué pasó: Sí, ¡Páfate! de nuevo.
  A todo esto, la gente había comenzado a agruparse alrededor de tan extraño espectáculo, y pronto todos estaban opinando una cosa u otra: “hacelo así, hacelo hazá” (estos se creen que saben) “no se puede, es imposible” (hay que intentarlo) y se calentó y discutió entre intento ¡Páfate! e intento, con todos y cada uno de ellos, salvo con algunos, que opinaban que sí, que había que hacerlo, que vale la pena el sacrificio, y lo aplaudían y alentaban cada vez que… ¡páfate!, se seguía haciendo mierda contra el muro.
  En eso llegó un vagabundo que dormía recostado contra ese muro, muchos años viviendo en la calle, demasiados, hablaba solo, deliraba de a ratos y todos lo veían siempre, tratando de ordeñar el muro; así es, el tipo se sentaba y lo ordeñaba como quien intenta sacarle leche a una vaca, desde hace años.
  Antes, más de uno se preguntaba, ¿Por qué hace siempre lo mismo, no se da cuenta? Pero ahora ya nadie se lo pregunta, se hizo normal verlo así y… ¡Páfate!, se escuchó de vuelta.
  Por ahí cayó un psicólogo y una asistente social; pa atender al loco, se entiende.
  Cuando le hablaron de los refugios puso todo tipo de excusas, algunas válidas, otras absurdas; cuando lo quisieron medicar, o no los tomaba, o los vendía, o se los tomaba todos juntos y… ¡Páfate!, creo que le terminaron dando una pensión, al loco; claro está.
  A todo esto, seguía llegando más gente que se agrupaba alrededor, y todos opinaban, argumentaban y refutaban, una cosa y otra y él que ¡páfate!, seguía re caliente y discutiendo hasta con el sicólogo y la asistente social que también diagnosticaban y lanzaban supuestas soluciones, entre intento e intento, con todos y cada uno de ellos discutió, salvo con algunos, que opinaban que sí, que hay que hacerlo, que vale la pena el sacrificio, y lo aplaudían y alentaban cada vez que… pero este ¡páfate!, me pareció sonar más fuerte y claro que todos los anteriores, como si hubieran sido varios páfates juntos.
  Como yo estaba mirando pa otro lado, la verdá, aburrido ya de ver siempre lo mismo, una y otra, y otra vez, les pregunto a ustedes, mis queridos lectores, ¿quién mierda hizo páfate ahora?
  El sicólogo y la asistente social, el loco, los opinólogos, o el que acabó de diputado por prometerle la solución ante tanta gente.

PP  23  3  106

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